10 de mayo de 2011

Mi primera final

Me pilla mi primera final ya talludito, como a tantos y tantos sevillistas y, quizás por eso, decido que la quiero vivir con cierto sosiego, limitando los momentos “masivos” a las cuatro o cinco horas previas al partido y las que, en su caso, toquen después.
Tal día como hoy, hace cinco años, cojo un vuelo a Bruselas con mi amigo y compañero de directiva en la Federación de Peñas, Roque Martínez. La idea es pasar allí la noche, en casa de uno de mis hermanos –ya gastaremos el dinero en otras cosas- y alquilar un coche al día siguiente para ir a Eindhoven, aproximadamente una hora y media de camino.
La verdad es que cuando Roque y yo llegamos a la famosa plaza llena de sevillistas el día 10 a mediodía, ya teníamos claro que la victoria no se nos escapaba. Trataré de explicar por qué.
El vuelo fue regular tirando a malo, para que nos vamos a engañar, pero pasamos una velada magnífica con mi hermana y mi cuñado –bético-. Nos fuimos a cenar a un buen restaurante de comida típica belga, con sus tomatitos rellenos de esas gambas grises que parecen camarones y sus albóndigas con tomate, una auténtica delicia. Después varios locales de copas y, de casualidad, en un bar teóricamente de jazz, un guitarrista español, rodeado de público guiri, tocando flamenco, pero flamenco del de aquí, no de Flandes. Obviamente triunfamos como palmeros.
Un poquito de descanso y tempranito nos vamos a desayunar unos croasantitos a una panadería francesa que te los pone recién hechos. Por ahora íbamos bien.
Nos vamos a recoger el coche que teníamos reservado y parece producirse el primer inconveniente cuando la chica del mostrador me dice que no tienen la categoría que queríamos y que nos tiene que dar otro. Me da las llaves –ni me fijo- y me dice el número del parking. Tuvimos que volver al mostrador para confirmar dos cosas: que no se habían equivocado y que no nos iban a cobrar más. Habíamos alquilado un Jaguar.
Rumbo a Eindhoven, paramos en Amberes a tomar una cervecita y algo de comer en un restaurante que recomiendo junto al río. Habiendo repuesto fuerzas, metemos en el GPS la plaza del Mercado de la ciudad holandesa y vemos que hay allí un parking, así que decidimos probar suerte.

Llegamos sin problemas y la verdad es que no se veía mucho lío. Cuando salimos escaleras arriba resulta que habíamos aparcado bajo la plaza y el rugido de sevillistas cantando nos puso los pelos de punta. Nos metimos de lleno en el ambiente, aunque cada vez más convencidos de nuestra buena decisión de no llegar mucho antes, hacía un calor de muerte.
Del partido hay poco que decir, estábamos como en un sueño. Como en una película de esas que estamos acostumbrados a ver sin ser nunca los protagonistas.
Se acaba el partido. Nosotros no tenemos prisa, no nos vamos hasta el día siguiente y además estamos invitados a la cena con el equipo. Es en el Evoulón, así que allá que vamos con nuestro flamante carro.
La llegada de los jugadores con la copa es indescriptible y poder hacernos una foto con ella, todavía calentita, ya ni os cuento.
Podéis imaginar cómo disfrutamos la cena, ignorantes por completo de que “lo mejor estaba por llegar”. Cuando decidimos marcharnos –teníamos que conducir hasta Bruselas- nos despedimos y Cristobal nos dice que si nos importa llevar al hotel a un par de jugadores que estaban cansados y se querían ir antes. Sí, acabamos esa noche llevando a Drago y a Kanouté al hotel, a las afueras de Eindhoven. No hablamos mucho en el camino, íbamos todos cansados, pero ese momento a mí me pareció irreal, tan irreal que no me acuerdo de mucho más. Bueno sí, de que cuando llegamos al hotel y los jugadores se despidieron y nos dieron las gracias, les dije “las gracias os las damos nosotros hoy y todos los días de nuestra vida”.
 @Pedromonago

2 comentarios:

RASAMA dijo...

muy grande Pedro,muy grande aquel día que fué mágico para todo el sevillismo

Pilar dijo...

Pedroooooo, una pasada!! Si ya era grande vivirlo a pie imaginate en un jaguar!! jajaja No se puede acabar mejor ese dia que cómo tu lo hiciste!! Que recuerdos y que magia se vivió. Yo lo vi desde el auditorio pero com si estuviera allí. En la olvida podremos olvidar aquuel maravilloso 10 de Mayo!!