No vengo a hablaros del suceso que ha acontecido, según las informaciones, con el autobús del Barcelona y esa pérdida de llaves (si es cierto que vi salir a dos autobuses escoltados); Vengo a hablaros de las llaves de esta plantilla, que no hay forma de encontrarlas, y de ciertos timbres.
Nada es más cierto que venía todo un Barcelona y que perder, como se perdió, estaba dentro de lo previsible, por eso, a pesar de ver “algo mejor” al equipo en la segunda parte tras una primera en la que el Barcelona te come por completo, y tras observar que los mismos errores siguen presentes, quiero incidir más que nada en una valoración global, porque, éste era un partido más de muchos que llevamos en esta temporada, una temporada en la que, faltando once jornadas para que finalice, nos situamos decimoterceros con 33 puntos, ahora sí, más cerca del descenso que de Europa (no miré la clasificación, pero tiro más por los últimos resultados y por el tema de la moral).
Sin obviar la paliza que nos han podido dar si no es por las grandes paradas de Palop, que, ya digo, nos salvó de una buena, no me deja de preocupar el acierto de cara a portería, pero, ya no en este partido, sino en los anteriores y, sobre todo, en los que tienen que llegar, porque, amigos míos, el Sevilla no encuentra sus llaves, unas llaves que llevan perdidas desde hace mucho tiempo. Ni las encuentra, ni algunas veces le dejan buscarlas, pero, normalmente es por méritos propios en lo negativo.
Hoy, las llaves del vestuario, se las han enseñado antes a hombres como Reyes y Rakitic, con una puerta cuyo timbre no debe ser agradable pero que siempre está para la misma función, hacerse notar, que se escuche, y que con ello se aprenda a cómo entrar y trabajar en una casa, una casa llamada Sevilla Fútbol Club.
Un timbre, que por cierto, no es siempre tan desagradable, y hay veces que deseas que se estropee para dejarlo sonar, y ese es el caso del timbre del Ramón Sánchez-Pizjuán, como decimos, ya que, siempre es capaz de poner los pelos de punta o la piel de gallina por raro que parezca, incluso a gente que suele llamar poco por aquí (Véase Thiago Álcantara, quien manifestó lo de quedársele la piel de gallina ante dicho timbre, ante la afición Sevillista).
Por eso, mientras seguimos buscando las llaves, difíciles de encontrar en este Sevilla, me quedo con ese dulce timbre de voz, al que primero le dieron “Arrebatos”, como le dan siempre, y que al final de la noche los asistentes no se arrepentían del privilegio que aquello suponía, incluso, como es normal en una casa de este tipo, pedían huevos, muchos más huevos.
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