Hay cosas en la vida que son
inevitables e irremediables, como la ocurrida este fin de semana, donde la vida
ha querido que subieras ahí arriba, quedando sólo tus recuerdos, como este
recuerdo eterno que tendré siempre al querer que fuera yo quien llevara esa
medalla, abuelo, la misma que llevaste hasta el día en que Plaza Nueva te vio
sonreír por última vez, la del Gran Poder.
Esa medalla no tiene,
seguramente, los 79 años que te contemplaban, pero no me cabe duda de que ha
visto pasar a mucha gente, ya que, tenías la virtud admirable de saludar a todo
el mundo.
Esa medalla ha visto y ha sentido
a buen seguro el olor a trabajo bien hecho, cuando cada madrugada llegabas de
trabajar en el pescao, y también a responsabilidades, cuando empezaste con el
Marisco Rojo y el Bar de debajo de tu casa, ese edificio que durante muchos
años te vio ser presidente de la comunidad y donde las dos palmeras te han
visto pasar muchas mañanas y tardes entre ellas hablando con mucha gente, pero
sobretodo con Carlos, ese portero con el que siempre hemos bromeado.
Esa medalla te dio todo para
cuidar como se merece a tu mujer. Esa medalla ha visto los buenos y malos
momentos de tus hijos, esos para los que, hasta el último momento, no dejaste
de hacer cosas junto a la que más querías.
Esa medalla ha visto como desde
chico siempre tenías buenos detalles con tus nietos, y, como soy yo el que
escribe, especialmente conmigo, por eso te lo agradezco hoy, al igual que te agradezco que la última foto fuera con mi hermana en su graduación.
Te agradezco que esa medalla se
haya mojado con mis chapoteos desde chiquitito en la piscina de Arroyo de la
Plata, donde, como cada verano, llegabas a la zona del socorrista (Escalera De
los Santos le llaman), cogiéndome de la mano hasta que ya empecé a juntarme con
la buena gente de allí, que, seguramente, también te echarán de menos ahora.
Te agradezco que esa medalla me
haya visto, aunque sea en pijama, todos los veranos cuando era pequeñito
desayunar en La Venta o ir al Castillo a comprar el periódico, porque, sí, esa
es una de las cosas que heredo aunque ahora esté más “perro” de lo habitual. Lo
de levantarme temprano es una manía que me eseñaste desde pequeño (imagino que
sería para aprovechar el día al máximo aunque después siempre te acostaras a
las 10 de la noche, como ahora sigue haciendo la abuela en horario Europeo que
le llamamos simpáticamente).
Te agradezco que esa medalla haya
viajado a EuroDisney con nosotros, en una tradición familiar que te entró en la
cabeza por el cariño que nos tenías a todos tus nietos, y que a todos nos pilló
más o menos chiquititos, pero no por ello lo vamos a olvidar (Esas peleas desde
el avión por ver quién se sentaba al lado de quién, o en la habitación del
hotel por culpa de unas simpáticas moneditas de chocolate).
Te agradezco también tener esta
medalla, porque también la he sentido cerca tu presencia siempre cada vez que
iba al médico, donde todos, absolutamente todos los de bata blanca, se
enteraban de quién era el abuelo, ya que, como bien sabes, y aunque ya lo haya
dicho, desde chico siempre fuiste como mi mejor amigo, por qué no decirlo.
Esa medalla, la misma que hasta
los últimos días nos ha visto saborear el frío de una buena Cruzcampo en el Mary Reyes con el gran Juan detrás de la barra (Quien me
iba a decir que, cuando me la diste a probar en modocoña desde pequeño, que
ahora me iba a gustar tanto…).
La misma medalla que nunca supo
de qué equipo eras realmente, porque, aunque me contaras muchas veces que fue
Antúnez quien te sacó el primer carnet del Sevilla, últimamente estabas muy
pesaito picándome con el Betis.
Una medalla, la tuya, que también
ha visto como te enseñaba mis artículos en este, mi blog, y en una web que hoy
añoro, como es el-sevillista.net, donde has visto mis progresos en fútbol
femenino, un campo nuevo en mi que me llevó a las ondas radiofónicas, donde no
podías escucharme en directo, pero sí siempre cuando yo iba dispuesto a ponerte
el audio de cada programa. Una nueva experiencia, esta del fútbol femenino, por
las que decías que te sentías más orgulloso de mi, e incluso querías que te
llevara a la ciudad deportiva a conocer a los responsables, a esos que, según
tú, me han ido haciendo cada vez más grande.
En definitiva, una medalla que lo
ha visto todo, y que lo seguirá viendo de buena gana, porque, al igual que tú
siempre estabas planeando, yo ya tengo planeado no agachar la cabeza y tirar
para adelante, porque si llevo tu medalla, te llevo a ti, y tú nunca agacharías
la cabeza. A veces, como me decías los últimos días, a uno le dan ganas nada
más que de acostarse, pero, abuelo, aquí tienes a tu nieto para sacar adelante
todo lo que se proponga, y para cuidar a la abuela y al resto de los primos
pequeños.
Una medalla que me obliga a darte
las gracias eternas; una medalla a la querré siempre, pero seguro que no tanto
como a ti.
5 comentarios:
Bonitas palabras a tu Abuelo.
Ahora dedicale cada paso que des en tu vida y seras el Hombre mas Feliz del Mundo con su Recuerdo.
Un Abrazo (Triana1952)
¡¡Qué palabras más bonitas!!. No podían ser de otra manera, de sevillanas maneras. De un gran nieto a un gran abuelo, a una gran persona; a mi, al menos me lo demostró. Un fuerte abrazo para ti, Manuel, y un beso muy grande allá donde esté a Antonio, Antonio de los Santos; abuelo varios y nieto de algunos, entre otros de Juan de Mari Reyes, al que tu mismo nombras. El que te decía por el ventanillo: "Dile a tu abuelo que menos papas y que se gaste el dinero".
Bonitas palabras que me han permitido conocer a tu abuelo.
Un abrazo Manu
Precioso Manu, seguro que tu abuelo se siente orgulloso de tí, y esa medalla será el testigo de tu vida que él estará viendo desde allá arriba. Un beso y ánimo para ti y toda la familia.
Manuuuu, te informo que ha dado comienzo la III Edicción de Premios "AMOR SEVILLISTA".
Al igual que en años anteriores, espero tu participación.
Saludos.
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